El riesgo de que las expectativas superen a la realidad…
(Cuando una exposición involucra a dos de los mejores museos del mundo, las expectativas son inevitablemente muy altas).
El museo de El Hermitage, en San Petersburgo, está formado por diferentes palacios a orillas del Rio Neva. Fué comenzado por Pedro I el Grande, el zar que fundó la ciudad en 1703, y fueron especialmente importantes en su desarrollo posterior Catalina II la Grande y su nieto Nicolás I. Sus enormes y extraordinarios fondos, que hacen del Hermitage un museo único, provienen básicamente de las colecciones de los zares que fueron nacionalizadas tras la revolución de 1917.
La exposición está organizada en IX secciones, se inicia por “Los Zares fundadores del Hermitage”, con retratos de Pedro I, Catalina II, Nicolás I etc. y “San Petersburgo y el Hermitage”, con oleos de vistas del Palacio de invierno y dependencias del Museo por Benjamín Patersson, nombrado pintor oficial de la Corte Imperial en 1800.
Aunque es clara la necesidad de poner en contexto la exposición, este inicio es pobre y poco atractivo, desde el punto de vista artístico, y más todavía si tenemos en cuenta que estamos hablando de la puesta en escena de uno de los mejores museos del mundo.
Continuamos con “El oro de los nómadas de Eurasia” con maravillas como Peine con escena de batalla (siglo V/IV a.C.) y con “El oro de los Griegos” que sigue mostrándonos excepcionales piezas como: Torque con jinetes escitas (siglo IV a. C.), Diadema con nudo Hércules (siglo II a.C.), etc. Aquí sí se muestra el Hermitage en todo su esplendor.
Seguimos con las salas dedicadas a” Pintura, Escultura y Dibujos de los siglos XVI-XVII.”, con muy buenas obras de Lotto, Ribera, Caravaggio y con otras de grandes artistas que difícilmente pueden competir con las que alberga el museo anfitrión. Que pena que el Hermitage no haya sido más ambicioso en la selección de las obras de la muestra.
Pasamos por “El Hermitage escenario de la Corte” con vestidos y uniformes de gran riqueza y entramos en “Pintura, Escultura y dibujos del siglo XVIII”, donde estan muy bien representados, entre otros, artistas como Antón Ráphael Mengs, Antonio Canova, Jean-Antoine Houdon… pero donde también echamos de menos la riqueza de los fondos del Hermitage.
La penúltima sala es la dedicada a las “Artes Decorativas de Oriente y Occidente”, donde veremos piezas de una riqueza y belleza sorprendentes como las Horquillas de la Dinastía Ming (siglos XVI-XVII), Sable con vaina en oro, plata, esmaltes y piedras preciosas (Irán, siglo XIX), Cinturón de terciopelo, piedras preciosas, hilo de oro y plata (Uzbekistan, siglo XIX), Ramo de acianos y espigas de avena de Fabergé (c. 1900).
La exposición finaliza con “Arte de los siglos XIX Y XX”, y no es ésta época, sobre todo el siglo XX, por la que el Hermitage ha ganado su mítica imagen como museo. En cualquier caso hay obras que no debemos dejar de ver, personalmente nos han gustado, entre otras, Kees van Dongen (mujer con sombrero negro), Kazimir Malevich (cuadrado negro) y Wasily Kandinsky (Composición VI).
Como resumen, una exposición con”Sombras” y “Luces”.
“ Luces” en las extraordinarias secciones de “El oro de los nómadas de Eurasia”, “El oro de los Griegos” y “Artes decorativas de Oriente y Occidente” y” Sombras”, tanto en su inicio, como en la “Pintura, Escultura y Dibujo de los siglos XVI-XVII, XVII Y XIX-XX”, en las que, sin duda, hay algunas muy buenas obras pero parece como si los comisarios de la muestra no hubiesen tenido en cuenta que el museo anfitrión era nada mas y nada menos que El Prado y que debían mostrar lo mejor del Hermitage para poder cumplir las altas expectativas generadas.