La exposición de Edward Hopper, en el museo Thyssen-Bornemisza, merece verse, y lo merece casi exclusivamente por 14 ó 15 obras magníficas, el resto de la exposición nos describe una vida poco apasionante y nos muestra unas obras que – por ellas mismas – probablemente no hubieran llevado a Hopper muy lejos.
Eso es lo primero que llama la atención, la enorme diferencia entre el atractivo de unas obras magníficas y lo anodino y casi vulgar de otras. Y desde luego no es un problema de fechas, algunas de las primeras están hechas entre 1925 y 1962, y lo mismo las segundas.
El realismo no académico, la utilización simple y rotunda del color y sobre todo la enorme capacidad de descripción de su pintura (sentimientos, sensaciones, impresiones, premoniciones…) consiguen materializar obras capaces de contarnos o hacernos construir, a cada uno de nosotros, una historia que acaba de suceder, que se plasma en un fotograma (el cuadro) y que volverá a tomar vida para hacernos sentir lo que va a pasar.
Las obras que no hay que perderse:
Casa junto a la vía del tren, 1925
¿Quién no querría tener esta obra, incluso olvidando la película “Psicosis” de Alfred Hitchcock? (filmada 35 años después, en 1960)?
Habitación de hotel, 1931
Mañana en una ciudad, 1944
Reunión nocturna, 1949
Oficina de noche, 1940
Habitación en Nueva York, 1932
Gasolinera, 1940
Gente al sol, 1960
Sol de Mañana, 1952
Primera fila, 1951
Dos cómicos, 1966
¡Míralas de nuevo!, ¿no crees que simplemente por ellas Hopper está donde debe estar en el mundo del arte?
Si te gusta Edward Hopper, no dejes de ver la obra del fotógrafo americano Gregory Crewdson (1962). Posiblemente mediatizado por un padre psicoanalista, con una producción artística construida con técnicas cinematográficas, una influencia reconocida de Hopper y una extraordinaria calidad en su obra, su cercanía al pintor americano, 80 años después, es sorprendente.
Untitled (Beneath the Roses), 2004
Summer Rain
Untitled
Untitled (Beneath the Roses), 2005